martes, 28 de abril de 2015

MATIAS

Al fin llegó el día. Llevo a mis hijos a la escuela. Vuelvo rápido. Ordeno la casa, tomo el colectivo. Mi corazón late muy fuerte, ¿y si mejor me vuelvo? ¡No!
 Al entrar, pienso: “¿para qué viniste?, los chicos se dan cuenta que estas nerviosa”, esa voz interior que parece auto-boicotearme siempre. Respiro profundo, cuento hasta 14210.
Ya en el aula, les pido a los chicos que se sienten. La seño dice: “ahora vuelvo, tengo una reunión”. ¡¿Qué?! NO te vayas. Respiro nuevamente y pienso en la profesora de psicología, ¿Cómo era lo de las etapas del desarrollo? ¡Ya se! Pensá en algún pedagogo… ¡la pucha, parece que hoy el profesorado no me va a ayudar en nada!
Comienzo dictando una actividad. ¿Estos chicos no escuchan? Alzo la voz. No resulta. Ojeo la carpeta  de la seño. Las nenas sentadas en el primer banco me muestran un cuento de Hércules. “Chicos,  cómo era Hércules”, en voz altísima. De repente, se hace un silencio. Matías, es el primer alumno sentado en la fila de la derecha, su mirada está perdida, no me mira. Su mirada apunta a la ventana. “A ver vos, contarme como era Hércules en el cuento que leyeron”, le digo. No me contesta. Insisto: “¿te acordás?”.  Llega la seño, “Pagina 45” grita. Matías sigue mirando la calle por la ventana. Lo comento con la seño, que me dice que Matías es autista, llegó a sexto grado como pudo. También me cuenta que pocas veces participa en clase: “no lo presionamos, si no quiere participar que no lo haga”.
Segundo día, la seño tiene que hablar con la maestra especial de Matías, así que me deja un libro de cuentos y una actividad para resolver.  Comienzo a leer el cuento, y empiezo a exagerar las voces, los silencios, las pausas. Matías me empieza a mirar. Camino entre los bancos para ver si Matías me sigue. Efectivamente, capté su atención. Termina el cuento, los chicos hacen las actividades.
Tercer día. Le pregunto a la seño si podemos seguir leyendo un cuento del libro, ella acepta. Empiezo a buscar, y una voz me detiene. “señorita ¿me podes leer el cuento de ayer?”. Cuando levanto la vista, es Matías quien lo pide. La seño me mira sorprendida. “Por supuesto”  digo. Intento leerlo igual al día anterior. Matías me mira durante todo el relato. Les pregunto si les gustó.  Matías dibuja mientras hablo. Al final del día, me acerca una hoja, me da un beso y sale corriendo. Abro la hoja y descubro un dibujo, el más bello que me han regalado, Matías, su seño, Hércules y yo tomados de la mano y un cartelito: “Hércules es bueno y fuerte, seño”.
Ya paso un año casi de esta experiencia, tuve muchos alumnos pero aún sigo pensando que Matías fue el primero  que me hizo reafirmar mi vocación, y que a pesar de todos los nervios, me quede por él, por la curiosidad (y la sorpresa) que me causo generar algo en alguien

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