sábado, 25 de abril de 2015

La sonrisa de Ladeth

Y con las primeras luces del alba despertó, después de una larga noche de verano. Faltaba un poquito más de media hora para que sonara el despertador. Intentó volver a dormirse, pero no pudo pegar un ojo. Una rara sensación se había apoderado de su cuerpo. Y es que había llegado aquel día que parecía tan distante: el día del examen de Historia.

(...)

Minutos más tarde, se cargó la mochila al hombro e inició su marcha. Tan solo unas pocas cuadras le faltaban recorrer para llegar a ese edificio en el que tendría que dar el examen de Historia frente a Ladeth Dawson. No hacía mucho que la profesora Dawson había comenzado a trabajar en ese colegio. Era una mujer de avanzada edad, de complexión fuerte y escasos cabellos blancos. Una profesora austera, inflexible, exigente y extremadamente seria. Rara vez había hecho visible una sonrisa en su rostro. Sehan apartó esa imponente visión que le causaba temor y desaliento y siguió caminando a paso lento.

Minutos antes del examen, decenas de estudiantes sentados como "chinitos" en el pasillo del colegio, cada uno repasando sus libros y fotocopias, cuyos márgenes blancos habían sido reemplazados por palabras sueltas, llaves, flechas que iban y venían, y una cantidad de símbolos que solo ellos podían entender. El joven se sentó en un espacio vacío que encontró, justo enfrente de la puerta del salón de clases, al cual había ingresado cada mañana con una gran sonrisa, dispuesto a aprender. Sin embargo hoy, se encontraba allí, sentado entre los alumnos más revoltosos del curso. Sentía las sorprendidas miradas de todos. ¿Cómo podía ser que el alumno más estudioso estuviera allí, esperando su turno para rendir? 

Nadie lo comprendía, sin embargo, Sehan sí. Historia nunca le había gustado y, por eso, no le había dedicado ni el esfuerzo ni el tiempo suficiente, y sabía que, tarde o temprano, él también la tendría que rendir. Aquella inevitable circunstancia provocó una oleada de tristeza y de pesar. (...)

El silencio se tornaba inquebrantable. Los minutos, interminables. De pronto, se abrió la puerta, salió un compañero. Segundos después, “Sehan, pase, por favor”. La aterradora voz de la profesora de Historia resonó en el pasillo. ¡Qué nervios! Era su turno. Le tocaba rendir la materia que le había resultado más fastidiosa. Mientras cruzaba la puerta intentaba hacer un fugaz repaso y la esa típica laguna que aterra a los estudiantes no pudo estar sin aparecer. Todo parecía desconocido: títulos, definiciones, conceptos. ¿Qué había pasado con las horas y horas de estudio? Un terrible momento que parecía nunca acabar.

Sehan evitaba la mirada de su profesora sin poder decir una palabra. La señora Dawson, ya irritable por la demora, miró su reloj de mano. Su mirada se cruzó con la de Sehan, incitándolo a que comience. Hasta que, por fin, llegó una palabra y otra y otra más… ¡Qué alivio!

Veinte minutos más tarde, una ligera sonrisa apareció en el rostro de la profesora, mientras colocaba el "aprobado" en la libreta del muchacho.


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