miércoles, 13 de mayo de 2015

Un día en mis prácticas como docente.

Recuerdo que dos días antes de formalizar mis prácticas como docente por mi cabeza y por mi cuerpo pasaban muchas cosas, sentía una mezcla de sensaciones, nervios, alegría, emoción, miedo a no saber que decir.
  Sabía que pase lo que pase nada iba a ser tan grave como para no poder remediarlo; mi tema recurrente eran las clases que debía dar, repasaba cada palabra, repetía una y otra vez mi discurso, solo necesitaba que ese momento pase lo más rápido posible.
  El tiempo pasó y me encontraba allí en mi primer día de práctica y todas esas expectativas, todos esos nervios que venía digiriendo hora tras hora estaban frente a mí y solo tenía que fluir y dejar que pasara.
  Recuerdo que mi voz temblaba, mis piernas y mis manos temblaban; de repente treinta y cinco alumnos de segundo grado se habían convertido en setenta alumnos de universidad en cuestión de segundos.
  La clase había empezado  y solo veía muchos pares de ojos que me miraban esperando que comience una jornada que para ellos era una más y para mí era la primera, a medida que pasaban los minutos sentía como lentamente todo iba aflojando; la tensión en mis manos, el nudo en mi garganta, mis piernas se notaban más firmes y hasta mi tono de voz parecía ser más seguro y convincente.
  La clase estaba llegando a su fin, los niños guardaban de manera apurada y revoltosa los útiles escolares en sus mochilas; y mientras esperábamos en el aula para salir a formar al patio uno de los niños, de esos que no pasan desapercibidos por las aulas, me dijo: seño, ¿cómo me porté hoy? muy bien le respondí, y sin decir más nada me dio un abrazo muy fuerte y salió corriendo.

  De repente todos esos fantasmas que me perseguían se fueron a pasear sonriendo a carcajadas por haber hecho de mi experiencia un tenebroso pero mágico recuerdo, quizá uno de los más dulces que me tocó vivir como maestra practicante de segundo grado; será porque aprendí que a los niños no hay que temerles, o tal vez ese abrazo fue de los más espontáneos y desinteresados que conocí hasta ese momento, lo cierto es que para mí fue una caricia al alma.-

jueves, 30 de abril de 2015

"Primer grado en primera persona".

En el seminario de Alfabetización inicial, la propuesta de acreditación fue realizar un taller para primer grado. Mis dudas eran muchísimas y mis nervios también. 
Finalmente llegó el día. 
Lo primero fue destinar los grupos de trabajo, es decir los compañeros de cursada con los cuales debíamos llevar a cabo la propuesta; y a partir de allí la escuela a la que debíamos concurrir. Los primeros días debíamos observar. Recuerdo muy bien los mis nervios y además la ansiedad por conocer a los niñitos que me iban a ayudar a darme cuenta de la realidad que se vive en un aula de primero. Recuerdo que la seño nos recibió muy bien y nos invitó a pasar. Nos presentó a los alumnos, y ellos nos dieron una bienvenida que fue la mejor de todas… sus caritas con una gran sonrisa, nos miraban continuamente y nos invitaban a disfrutar de su clase. 
Con mis compañeros decidimos dispersándonos dentro del aula, y así poder ver desde diferentes ángulos. Además la seño, con mucha gentileza, nos dio permiso para ayudar a los alumnos y con mucho gusto lo hicimos. Sentí nervios, ternura, muchos sentimientos juntos, que ni escrito puedo expresar lo que sentí.  Fue hermoso. Además de poder ver lo que nos interesaba: cómo leían y escribían o en qué etapa estaban, por medio de nuestra ayuda. Este momento, al momento de ayudarlos, para mí fue muy sencillo debido a que el aula contaba con recursos que ayudaban a la alfabetización. 
 Una semana después el gran día había llegado. 
Entusiasmados, mis compañeros y yo, llevamos la propuesta que habíamos pensado durante toda la semana. Al llegar, lo primero que vi fueron sus caritas. Muchas de ellas me reconocían. Eso era un punto a favor, por lo menos se acordaban de mí. Al ingresar al aula, muchos nos saludaron. La seño nos volvió a presentar y les explico qué realizaríamos ese día. Lo primero que les invitamos a hacer fue a sentarse en el piso para escuchar un cuento llamado “Pototo” de Cesar Bandín Ron y Cristian Turdera. La verdad que se notó que les encantaba. Se reían, y se notaba su interés por esta lectura. Luego, nuestra propuesta residía en inventar, ellos mismos un monstruo, para lo cual realizamos un "concurso de monstruos" en el salón. Rápidamente comenzaron a usar su imaginación y la verdad que salieron ideas maravillosas. Como tarea final fue la presentación de esos maravillosos monstruos. Utilizamos como recurso afiches decorados como carteleras, y cuando les contamos la propuesta rápidamente quisieron leer. Decidimos sentarlos a todos en el piso y que vayan pasando de a uno a la vez, mientras los demás le hacíamos “hinchada” pudiendo ver que se entusiasmaban cada vez más. Fue hermoso escuchar esas vocecitas, y los minutos fueron pasando hasta que se nos terminó la hora. Allí fue donde mis sentimientos se volvieron a mezclar. 
Una experiencia inolvidable.


 

Cuestión de actitud



 Era la primera vez que enfrentaba el desafío de una suplencia en una escuela pública. Me encantaba la idea, ya que el sistema de ingreso por puntaje es bastante cruel y parece imposible enseñar en otro lugar que no sea una institución privada. Casi por casualidad, para esa suplencia, no hubo tantos inscriptos y mi puntaje levemente superior fue suficiente para el acceso.
 Cuando llegué al famoso "Bachi 6", me esperaba una simpática preceptora quien me acompañó al curso de segundo año y, luego de una breve presentación, me dejó a cargo del aula. Los estudiantes saludaron coreando algo que no entendí del todo y escaneaban cada milímetro de mi ser. Ahí comprendí que no iba a ser sencillo. Respiré profundamente y di comienzo a la clase del día.
 Era difícil tener que enseñar respetando una planificación ajena pero con el ingenio y el buen criterio, todo se puede lograr. El tema de la clase era: Texto argumentativo, así a secas. No estaba de acuerdo con la propuesta que la profesora titular me había dejado y decidí que no iba a seguir esas pautas; si quería que aprendan algo, debía cambiar la manera de abordaje. Se me ocurrió dividir el curso en dos grandes grupos y sentarlos enfrentados. Propuse un tema bastante polémico como lo es el del cierre de los boliches a las 04.00 a.m., y les pedí que en un grupo discutan los argumentos a favor y en el otro, en contra. Les di un tiempo para que se pongan de acuerdo y expongan sus razones. 
 Todos se entusiasmaron menos uno. Al notar que este muchacho estaba prácticamente dormido en su banco, me acerqué extrañada. Los compañeros me advirtieron: “Lucas siempre duerme, profe”. Lo hablé para que levante su rostro desalineado y le pregunté qué estaba haciendo. Con voz grave y desafiante respondió: “yo no participo en ninguna clase, mejor no se ponga densa y haga como el resto y déjeme dormir". Le respondí que de ninguna manera lo iba a permitir y me tomé unos minutos para charlar con él.
 Luego de varios minutos les comuniqué a los alumnos que Lucas sería el moderador del debate y expliqué en qué consistía esa tarea. Este muchacho grandote y con cara de niño enojado se tomó muy en serio su rol y creo que por primera vez se sintió muy importante. No hace falta que cuente cómo esa pequeña intervención impactó entre los chicos. Simplemente fue genial y sentí que había hecho las cosas muy bien. 
 Tanto para Lucas como para mí, ese fue un gran día, fue el comienzo de un cambio radical y, además propició el entusiasmo en cada una de las clases posteriores hasta que finalizó el reemplazo.

Cuestión de actitud

Uno, dos, tres...¡probando, probando!


 ¡Hola a todos! Estoy intentando ponerme al día con las actividades propuestas las últimas semanas y la verdad, debo admitirlo, pensé que no me iba a costar tanto. Pienso que es interesante incursionar en los distintos programas, herramientas y demás que la nueva era nos regala, pero en cada una de ellas me demoro más de lo debido. Me termino entusiasmando con todas las posibilidades para crear textos y al final no termino nunca porque no quedo conforme con mi producción. Supongo que a todos nos pasa lo mismo cuando estamos aprendiendo.
Como estaba bastante cansada y algo frustrada, decidí hacer lo que hago siempre en estos casos: leer. 
Así que busqué uno de los textos literarios que más amo Los nadies de Eduardo Galeano. Como siempre logra estremecerme por la calidad estética, quiero compartirlo con ustedes...


¡Un genio al que voy a extrañar! Espero que hayan disfrutado tanto como yo de esta joya literaria. Saludos.

miércoles, 29 de abril de 2015

Un día de residencia...

Antes de ingresar a una escuela a practicar debía presentarme con anterioridad con la directora y la docente del grado, en este caso, en una de las escuelas Ninas de mi ciudad. Al día siguiente finalmente comenzaba con las ayudantías donde tenía que observar todo aquello que considerara importante para luego dar clases en ese grado, como ser, la manera de trabajar de la docente y del grupo como así también las dificultades para tenerlas en cuenta a la hora de planificar. Cuando me designaron los temas la mayoría ya habían sido trabajados por la docente por lo que no fueron muchos contenidos a enseñar sino de revisión. Una vez que ya tenía la planificación realizada al presentársela a la docente estuvo muy satisfecha por lo elaborado en la didáctica.
 Al momento de realizar las prácticas se dieron de forma exitosa sin problema alguno. Los chicos se mostraron atentos, entusiasmados y participaron en todo momento, su comportamiento fue muy bueno al igual que su manera de trabajar; era un grupo de estudiantes muy respetuosos que no hacían diferencia notable entre su docente y mi persona.
Una de las estrategias que emplee dentro del aula para interesar a los estudiantes en el tema  desarrollado fue agruparlos y solicitarles que elaboraran  afiches empleando recortes de revistas, pinturas, para luego exponerlos. 
Al culminar mi estadía en esta institución las evaluaciones fueron positivas en cuanto a mi desempeño en la ejecución de mis clases.
He de mencionar que uno aprecia su carrera y sabe si realmente quiere ser docente en el aula, interactuando con el grupo, enseñando, aprendiendo entre otras cosas que solo se adquieren dentro del salón de clases.
Todo lo realizado en mis prácticas me ha servido para mi formación. 
 Actualmente estoy cubriendo mi primera suplencia en una escuela de jornada completa con anexo albergue a 80 Km. de mi ciudad muy contento y con muchas ganas de enseñar.


 

martes, 28 de abril de 2015

MATIAS

Al fin llegó el día. Llevo a mis hijos a la escuela. Vuelvo rápido. Ordeno la casa, tomo el colectivo. Mi corazón late muy fuerte, ¿y si mejor me vuelvo? ¡No!
 Al entrar, pienso: “¿para qué viniste?, los chicos se dan cuenta que estas nerviosa”, esa voz interior que parece auto-boicotearme siempre. Respiro profundo, cuento hasta 14210.
Ya en el aula, les pido a los chicos que se sienten. La seño dice: “ahora vuelvo, tengo una reunión”. ¡¿Qué?! NO te vayas. Respiro nuevamente y pienso en la profesora de psicología, ¿Cómo era lo de las etapas del desarrollo? ¡Ya se! Pensá en algún pedagogo… ¡la pucha, parece que hoy el profesorado no me va a ayudar en nada!
Comienzo dictando una actividad. ¿Estos chicos no escuchan? Alzo la voz. No resulta. Ojeo la carpeta  de la seño. Las nenas sentadas en el primer banco me muestran un cuento de Hércules. “Chicos,  cómo era Hércules”, en voz altísima. De repente, se hace un silencio. Matías, es el primer alumno sentado en la fila de la derecha, su mirada está perdida, no me mira. Su mirada apunta a la ventana. “A ver vos, contarme como era Hércules en el cuento que leyeron”, le digo. No me contesta. Insisto: “¿te acordás?”.  Llega la seño, “Pagina 45” grita. Matías sigue mirando la calle por la ventana. Lo comento con la seño, que me dice que Matías es autista, llegó a sexto grado como pudo. También me cuenta que pocas veces participa en clase: “no lo presionamos, si no quiere participar que no lo haga”.
Segundo día, la seño tiene que hablar con la maestra especial de Matías, así que me deja un libro de cuentos y una actividad para resolver.  Comienzo a leer el cuento, y empiezo a exagerar las voces, los silencios, las pausas. Matías me empieza a mirar. Camino entre los bancos para ver si Matías me sigue. Efectivamente, capté su atención. Termina el cuento, los chicos hacen las actividades.
Tercer día. Le pregunto a la seño si podemos seguir leyendo un cuento del libro, ella acepta. Empiezo a buscar, y una voz me detiene. “señorita ¿me podes leer el cuento de ayer?”. Cuando levanto la vista, es Matías quien lo pide. La seño me mira sorprendida. “Por supuesto”  digo. Intento leerlo igual al día anterior. Matías me mira durante todo el relato. Les pregunto si les gustó.  Matías dibuja mientras hablo. Al final del día, me acerca una hoja, me da un beso y sale corriendo. Abro la hoja y descubro un dibujo, el más bello que me han regalado, Matías, su seño, Hércules y yo tomados de la mano y un cartelito: “Hércules es bueno y fuerte, seño”.
Ya paso un año casi de esta experiencia, tuve muchos alumnos pero aún sigo pensando que Matías fue el primero  que me hizo reafirmar mi vocación, y que a pesar de todos los nervios, me quede por él, por la curiosidad (y la sorpresa) que me causo generar algo en alguien